Extraños
caminos pueden abrirse en un mundo estereotipado, hacia la poesía moderna.
Carlos Hernández nos presenta su quiebre de mano, su giro doctrinario, nos hace
recalar en lo más profundo de la poesía de raíz, por así decirlo. Los poemas de
Herencia pertenecen a esa familiar forma de expresión campesina, la manera más
coloquial de comunicación ancestral. Puesto que, a partir de los versos en su
mayoría octosílabos, ostenta esa matriz lingüística castellana que da forma a
la semántica antigua, más bien dicho, a la forma más primigenia de expresión
lírica.
La
poesía ha acompañado al ser humano desde sus remotos encuentros con el fenómeno
de la vida. La expresión simbólica antecede a la expresión meramente
comunicacional, o practicidad del lenguaje para referir una situación. Es
digámoslo así, la sonoridad interna del ser, posible de elevar la conciencia y
dar vida al fenómeno más simple o complejo que envuelve al ser humano. Es
entonces necesario ver que todas las lenguas han desarrollado esta máxima
voluntad expresiva, o necesidad expresiva, para lo cual se vale de todas las
herramientas disponibles en la versión de la lengua en la cual se contiene. Es necesario
ver que los versos de Hernández, son en su mayoría, cuartetas de carácter
octosílabo, y en parte también asume el verso en décima para contar o relatar.
Inclusive, nos presenta un bello texto encuartetado, con una glosa de la
tradición popular perdida.
Soy
como la paja en la era
Como
el trigo en el rastrojo
Soy
como el charqui en el fuego
Que
en vez de estirar encojo
Lo anterior
antecede a toda forma literaria de carácter romántico, de influjo surrealista
inclusive de orden vanguardista del siglo XIX. Lo anterior porque esta forma de
referirse es propia del mundo versado de lo divino, práctica llegada a Chile
inmediatamente posterior a la instalación de la colonia. Dicha llegada se
produce a partir de la necesidad de evangelizar de forma práctica a la
población mestiza e india, con el influjo de la historia divina de cristo y de
los evangelios anteriores. Tal proceso no se podía realizar si no era con la
memoria y la musicalidad traspuesta de los instrumentos de la época; vihuelas,
guitarrones chilenos, rabeles, guitarras.
Pensado en una población iletrada, solamente quedaba la forma de contar
la historia en las famosas décimas espinelas, creadas por Vicente Espinel en el año 1591. Dicha
métrica consistía en 10 versos octosílabos, que permitían en su rima, facilitar
la memorización de los ejecutantes y a la vez, eran acompañados de melodías
asociadas a la musicalidad raíz de la época.
Luego de esta necesaria explicación, podemos constatar en los versos de
Carlos Hernández, una profunda cercanía y un total compromiso con este arte
lírico, sobre todo si se trata de una Herencia ligada a los antepasados quienes
practicaban tales artes.
Todo
lo anterior supone que estamos en presencia de una poesía asentada en la
tradición, podríamos afirmar, por uno de los poetas más versátiles y modernos,
quizás el más vanguardista de nuestra generación en el Valle de Aconcagua, y en
la del país. Un poeta busquilla, de indagación suprema, y que hoy se lanza,
ballesta en mano, a rescatar la memoria y sus recodos sonoros con semánticos
arpegios costumbristas.
Otra de las peculiaridades de estas Herencias, son las de contar la historia, de transmitir aquellas formas de vida antigua, muy ligadas a la montaña, al quehacer del arriero, en los paisajes de la geografía montañosa. En estas historias sobresale la astucia, la valentía, esa especie de heroica vida anónima que se desarrolla en las altas cumbres. Una vida plagada de sacrificio, pero a la vez de profunda sabiduría, la mayoría de los poemas son característicos de los Versos Autorizados, que implican saber detallar y contar la epopeya de vivir, de saber dar respuesta filosófica a la vida, de darle contenido y contestación. Estos versos corresponden a esos Fundados, y gozan en la tradición de conciencia de altura. Es por ello la grata sorpresa y a la vez la enorme implicancia que tiene este libro en la poesía de Carlos, porque vienen a completar en parte esa entramada producción poética con la cual Hernández se hace a la mar.
Cristian Cruz
Verano, 2023, Jahuel, Aconcagua
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